Abajo entenderás el título.
Cuando jugaba a ser copywriter, trabajé con una tienda online de productos ecológicos, orgánicos, biológicos y psicológicos.
Todo muy lógico.
Cuando les conocí, la experiencia de usuario en su web era esperpéntica: el cliente no podía comprar sin pedir ayuda… y para eso, tenía que llamar a un número de teléfono.
Para más inri, su única estrategia de marketing era colaborar con influencers que promocionasen sus productos en Instagram… y ni siquiera los llevaban a la web.
Conocí a la dueña de la tienda porque una amiga era clienta suya y la primera me contó que tenían una lista de emails que no utilizaban.
Ahí vi un filón guapetón.
Cuando le hablé de trabajar el email marketing de su negocio, me dio una respuesta tan tierna que aún la recuerdo:
«Yo no quiero molestar a los clientes, a la gente no le gusta el spam»
Qué riquiña, ¿verdad? Me dieron ganas de darle un abrazo.
Por pura supervivencia, les convencí de escribirles una página nueva de captación y trabajar el email marketing…
…y como no querían “arriesgar” dinero y yo aún era un copywriter que enamoraba con el poder de las palabras, cerramos una cantidad muy pequeña al mes para ver cómo evolucionaba aquello.
Su marketing era tan absurdo que era imposible no mejorar aquello y les escribí una página de captación (malísima, por cierto).
Mes y medio después, a punto de empezar con el email marketing, me dijeron que no querían seguir trabajando conmigo.
Más adelante me enteré de que estaban trabajando con María Lapiedra para promocionar sus productos en la red del pajarito.
(Si no la conoces… es una ex-actriz. Creo que no le llegaron a dar el Goya, echa tú un ojo a su filmografía aunque lo mismo ya has visto algo)
Tres meses después recibí un email de la tienda ecológica en mi bandeja de entrada.
Madre mía, parecía un email del banco:
Promociones por aquí, emoticonos por allí… había de todo menos texto, nivel alto.
Todo muy verde eso sí, muy verde y mucho verde.
Te cuento esto porque de aquella clienta aprendí dos cosas:
La primera, que no puedes convencer a nadie de nada.
La gente que se convenza en casa, tú solo debes acercarla a la compra.
Y también aprendí algo más.
Que solo debes trabajar con clientes que se tomen en serio tu trabajo.
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