Durante mucho tiempo, se pensó que las úlceras en el estómago se debían a un exceso de ácido provocado por la comida picante, el alcohol o el estrés.
Y como no podían curarse, todos los tratamientos estaban pensados para calmar el dolor.
(Como cuando te dan un ibuprofeno en el hospital y te mandan para casa)
A principios de los 80, dos investigadores australianos (Barry Marshall y Robin Warren) descubrieron que las úlceras eran provocados por una bacteria, la Helycobacter Pilori.
Si eran capaces de demostrarlo, las úlceras podrían curarse en día gracias a los antibióticos.
En aquel momento, una de cada diez personas que sufría de úlceras, moría, así que aquello sería un gran avance para la ciencia.
El problema fue que cuando se lo contaron a la comunidad médica internacional, nadie les creyó.
¿Qué hicieron entonces?
¿Montaron un webinario?
¿Enviaron un email diario?
¿Lo contaron en el telediario?
Dos años después y cansados de que nadie les creyese, Marshall quiso convertirse en su propio conejillo de Indias para demostrarlo y le dijo a Warren:
¿A que me bebo un vaso con mil millones de bacterias?
Warren le respondió:
¿A que no hay huevos?
La historia siguió como te imaginas:
Llamaron a sus colegas médicos y delante de ellos, Marshal de bebió un vaso infectado de bacterias con vida propia.
A tope con la COPE.
Mientras Marshall las pasaba canutas, sus colegas comprobaron que con el paso de los días su estómago había pasado de estar sano y rosa como el culito de un bebé, a rojo e inflamado.
Luego se curó a sí mismo con un tratamiento de antibióticos y demostró así su teoría.
¿Les creyeron inmediatamente a Marshal y Warren el resto de médicos?
No, pero su credibilidad aumentó y tras acumular más pruebas a su favor, muchos años después recibieron el Nobel de Medicina y el sistema sanitario americano aceptó los antibióticos como el mejor tratamiento para la úlcera.
La demostración es una de las formas más potentes de probar de que lo que cuentas es cierto:
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