Me llamó un amigo para decirme que estaba en el hospital.
No tiene nada serio, es cosa de un par de días, como los romances de Julio Iglesias.
El caso es que mi amigo ni podía hablar.
Llevaba con él dos horas e insistía en que me fuese porque allí “no hacía nada”.
Le dije que no, que no tenía nada que no pudiese esperar.
Entonces, me cuenta que hacer compañía en el hospital es una jodienda para el enfermo y para el acompañante.
Para el primero, porque solo duerme mientras el acompañante se aburre.
Para el segundo, porque no puede hacer nada por el primero y el ambiente no es de fiesta loca.
En los velatorios pasa un poco igual cuando se muere alguien de tu entorno que no es muy cercano:
Das el pésame, pasas un rato con la familia y te vas.
Cuando ha pasado media hora, ya no pintas mucho allí y tu cabeza piensa:
“No sé qué hacer porque no pinto nada. Si me voy a ahora igual a alguien le parece mal, pero aquí ya no hago nada”
Y como me dijo mi amigo cuando se lo contaba:
“Una vez que te vas, a los diez minutos nadie se acuerda si estuviste allí o no ni cuánto tiempo estuviste”
Esto le pasa a muchos negocios.
Lo de no acordarse de ellos en cuando han salido de su web.
Lo malo de Internet es que no hay “deuda emocional”, ya que nadie te debe nada y si se va de tu web sin comprarte, no tiene que darte explicaciones.
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