Menudo título de gurú me he marcado.
Ahora para estar a la altura no puedo hacer otra cosa que venderte un curso de 1.997€ con varios bonus de valor incalculable.
Pero por ser tú y como tuviste la suerte de abrir este correo, te doy la oportunidad (yo a ti, oh mortal) de dejártelo en 97€.
O en 77,77€.
Y luego te pongo una cuenta atrás para que la oferta expire antes de que cierres este email y te sientas presionado para no perder una oportunidad que jamás de los jamases se repetirá.
Ahora es cuando te invade un impulso irrefrenable de comprar, como si tuvieses una erección cerebral que lleva tus manos hacia el botón de compra.
Bueno, basta.
Tuve una conversación con un cliente del que ocultaré su identidad dándole un nombre de galán de telenovela.
Por ejemplo, Ricardo Gabriel.
O Frijolito.
Te lo digo porque esto lo que le sucede a este cliente les pasa a muchas personas y quizás te identifiques.
Frijolito trabaja offline y tiene muchos años de experiencia en su sector (aunque no tiene equipo multidisciplinar ni ofrece servicios integrales)
Además, quiere subir sus precios.
El caso es que Frijolito observa dos tipos de negocios a su alrededor:
Los que se venden muy bien y los que se venden peor.
Los que tienen experiencia contrastada y los que tienen menos.
Los que saben lo que hacen y los que no lo saben aunque piensan que sí (estos últimos son los peores).
Los que dan un servicio de asesoramiento y acompañamiento al cliente muy personalizado y los de “prometer hasta meter y una vez que has metido, olvidar lo prometido”.
Lo primero depende del copywriting (y si vendes servicios, de cómo cierres la venta).
Lo segundo, de tu conocimiento y experiencia.
Lo tercero también de tu conocimiento. Aunque con la de negocios que llevan veinte años haciendo lo mismo, tu ventaja competitiva puede ser grande si tienes hambre de ser un poquito mejor cada día.
Y lo cuarto también depende de ti.
¿Cuál es el problema?
Que de lo segundo, tercero y cuarto nadie percibirá su valor si no haces uso de lo primero.
Porque puedes ser tan bueno que cuando alguien te contrata, las cebollas lloran de emoción…
…pero para demostrar que eres bueno, lo primero es parecerlo.
(Adivina qué tiene que ver con lo que vendo).
Si eres bueno y nadie se entera, bien porque no tienes a quién contárselo o bien porque no sabes cómo contarlo, está la cosa chunga.
Pero si ya tienes a quién contárselo, suscríbete a mi lista y yo me encargo de contarlo bien: