Hace un tiempo necesitaba un diseñador web para un cliente.
Al cliente le facilitaba la vida, a mí me interesaba trabajar con un diseñador que entendiese de copywriting y este ganaba un cliente free.
Un win-win-win.
Puse un anuncio en una página donde iban a leerlo cientos de ellos y escribí seis requisitos para no recibir una avalancha de peticiones.
Dije que mi criterio estético se basaba en ”me gusta” o “no me gusta”, que no me interesaban sus portfolios, que solo quería que cuidasen a mi cliente y que me pasasen su web y me dijesen por qué debería de confiar en él (o ella).
Me escribieron treinta personas en seis días.
A una le gustó tanto el anuncio que me pidió presupuesto para un webinar.
Otra me insultó porque se vendió muy mal y le dije que no me interesba.
Otra me contó que era un feliz padre casado con dos hijos.
Unos me hablaron de dominios y de hosting.
Y otros tantos de sus diez años de experiencia.
No soy muy exquisito (soy analfabeto del diseño), pero ninguno me dijo nada que me interesase.
El anuncio lo iba a dejar colgado siete día y el día 7, me escribó un diseñador, consciente de que llegaba muy tarde y de que seguramente ya había contado con otra persona.
Cuando me escribó, el diseñador se inventó una historia random para captar mi atención.
Entré en su web y tenía muy buenos textos.
No me habló de hostings, de su estado civil, ni me pasó su portfolio.
No sabía cómo trabajaba ni quién era, pero me entraron muchas ganas de trabajar con él.
Tampoco me dijo si era bueno o malo, sino que me hizo percibir que era bueno: primero con su email y luego con sus textos.
Da igual si eres diseñador, panadero o desertor.
Hay asuntos que no admiten discusión:
Si eres bueno y no eres capaz de que tu cliente lo perciba antes de contratarte, pierdes dinero.
El comprador nunca sabrá de tu calidad hasta que trabaje contigo.
Y ni siquiera suele ser lo más importante: si eres puntual, cumples con lo prometido y a tu cliente no se la lías, ya estás por encima del 98% de tu competencia.
A ser puntual no te puedo ayudar.
A que cumplas con lo prometido, tampoco.
Y a que no se la líeas a tu cliente, ni de broma.
Pero si quieres que a las personas que entran en tu web les entren unas ganas locas de contratarte y cristalizar más llamadas, te recomiendo que te suscribas a mi lista y hablemos: