Ayer una suscriptora me dijo que lo mejor para recuperarte cuando sudabas mucho, era for-nicar. (Con esta palabra).
Lo digo por si en algún momento te pones malo y necesitas “nuevos argumentos de venta”, ya me entiendes.
Por cierto, enhorabuena a los del Madrid.
La primera parte fue casi tan emocionante como mirar para una persiana.
Casi tan emocionante como leer en una web “Somos un equipo multidisciplinar con 187 años de experiencia y estás en las mejores manos”.
Como me dijo ayer un amigo, lo mejor del partido para alguien que no fuese de ninguno de los dos equipos, fueron las aceitunas.
Y hablando de cosas emocionantes, hay personas que creen que no pueden tener un mensaje de venta guapetón porque no tienen una historia que contar.
Que lo del storytelling no es para ellos, que está pasado de moda.
Que su público no lee, que no va a entenderlo.
Pues a ver…
Igual es que me tocan a mí todos los clientes que tienen historias impresionantes.
De estas que cuando las lees se te ponen los pelos de punta (los pelos, los pelos).
Cuando alguien piensa que no tiene historia que contar, me digo a mí mismo:
¿Me tocan a mí todos los que tienen algo que contar?
Cuando tengo que escribir las historias de algunos clientes, se me sube tanto (la emoción la emoción) que a veces tengo que parar de escribir un ratito.
(Soy un blandocho, qué le vamos a hacer)
Si piensas que no tienes nada que contar, está bien.
Si tienes miedo a ser juzgado, está bien.
Pero si el problema está en que piensas eso porque no sabes cómo contarlo, igual no está tan bien.
No basta con contarlo.
Hay que saber hacerlo.
Si al siguiente al que le recorre la emoción es a tu futuro cliente, ya sabes lo que significa eso.
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