Hace poco fui al IKEA.
Visitar ese parque de atracciones del hogar es una de mis actividades menos favoritas del mundo.
Actualmente solo las superan ir a una discoteca o atarme a una silla para obligarme a ver los Simpson. (No habría otra forma de que los viese).
Si esto fuesen los Juegos Olímpicos de actividades que no soporto, ver los Simpson y entrar en una discoteca serían oro y plata. Ir al IKEA, diploma olímpico.
La “visita tipo” (buyer visita) es la siguiente:
Empiezas en la casilla de salida y te obligan a pasar por todas las estancias de tu potencial nueva casa.
Recorres la tienda y te ilusionas con tu nueva cocina, con tu estantería Kallax llena de libros, con la nueva habitación de los niños, con tus nuevos tuppers…
(Ojo a ilusionarse con unos tuppers de cristal guapetones)
Ellos te indican el camino con flechas para que no te pierdas. De hecho, es más fácil perderse en la mayoría de webs que en el IKEA.
Y cuando tu subconsciente se ha situado mentalmente en tu futura casa y parece que has terminado, aún te queda la zona de complementos.
Allí hay un montón de cosas y no sé si estás o no de acuerdo conmigo, pero la mayoría las compras por impulso.
Son casi todas inútiles solo que para hacerse los enrollados, a la entrada de esa zona lees en un cartel:
«La sostenibilidad es asunto de todos»
Te hacen comprar todo el rato y luego te hablan de sostenibilidad, vaya huevazos.
(Allí llaman a esto “hacerse los suecos”)
La cuestión es que es muy difícil entrar en el IKEA y no comprar nada.
Y si te suscribes a mi lista para recibir mis consejos diarios de copywriting y ventas, podría pasar lo mismo con tu web: