El festival de Eurovisión no me suele interesar, pero podemos sacar de él una maravillosa lección de ventas.
Estos fueron los últimos tres representantes españoles:
Blas Cantó, en 2021.
Miki Núñez, en 2019 (en 2020 no hubo)
Amaia y Alfred, en 2018
El día del festival se juntan unos cuantos en un plató de televisión para comentar sus expectativas sobre la actuación y cuál creen que será el puesto del representante español de ese año.
Llevan allí a unos coleguitas del representante, a unos críticos musicales, se ponen guapos, se hacen unas palomitas, montan un poco de jaleo y le dan al pico un par de horas.
El comentario más habitual es que lo hará muy bien y que el representante español (el que toque ese año) “traerá” una gran posición “a casa”.
Me escuché las tres canciones de arriba para darte mis impresiones, aunque yo mucha idea de música no tengo.
La de Blas Cantó (un hombre con la cara de ser el yerno que toda madre querría para su hijo), pues… una ambientación chula rollo como si acabase de pisar la Luna, y poco más.
La de Miki, un rollito comercial ibicenco con gente guapa bailando alrededor.
Con la de Amaia y Alfred me quedé dormido.
Te cuento posiciones: Blas el 24, Miki el 22 y la pareja el 23.
De 26…
En el postprograma donde comentan las actuaciones, los coleguitas y los críticos musicales, suelen decir algo tipo:
“Yo pensé que este año sí, pero no. Parece que nunca damos con la tecla”
“Si es que la canción era muy bonita, y la coreografía era muy chula”
“Ayyyy, si es que Amaia&Alfred tenían una canción preciosa. Y qué voces…”
“Hizo una actuación muy digna, la gente no supo valorarlo”
Aquí la dignidad de cada uno no la discute nadie.
Que la coreografía sea chula o el cantante sea un guapetón, tampoco.
El debate es por qué quedan tan abajo cuando a su alrededor les hacen pensar que quedarán muy arriba.
Hay personas que siguen confiando en la opinión de sus colegas de profesión, de sus familias o de personas que quiere lo mejor para ellos, cuando no son potenciales clientes de sus productos.
Y hay otras capaces de asumir que la única opinión que importa es la de su mercado.
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