Antes de contarte cuál es esa diferencia, déjame explicarte cuál no es:
No se dan un baño Wim Hof todos los días a las cinco de la mañana para “presumir” en redes.
Tampoco se graban un Reels mientras se hacen un poke de salmón.
Ni bailan Pakito el Chocolatero en clase de crossfit para colgarlo en TikTok.
Hay una sutil diferencia entre vender o vender bien tus productos en el largo plazo:
La diferencia entre generar confianza en tus suscriptores o que te cueste vender horrores.
La diferencia entre esforzarte en vender o conseguir que te compren.
La diferencia entre que te lleguen muchos clientes del montón o tantos Buenos Clientes que te dé un colocón.
La diferencia en el largo plazo está en conectar lo que eres con lo que vendes.
¿Cómo?
A través de un discurso de venta que hace que algunas personas te odien mientras otras se identifican contigo.
Es aquello que habla de lo que eres, de lo que piensas, de lo que vendes.
Cuando consigues la identificación de tu lector con tu marca, comienza un juego de seducción que le lleva a tomar acción… hacia el botón de compra.
Da igual si eres psicólogo, formador, marketer, nutricionista o turista.
Si tienes algo que vender, tienes algo que decir.
Si tienes algo que decir, siempre habrá personas que te quieran escuchar.
Y cuando muchos quieren escucharte, algunos terminarán por comprarte.
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