Las discotecas atestadas de gente y con la música a tope, siempre fueron uno de mis sitios menos favoritos del mundo.
Si me das a elegir entre ver los Simpson o entrar en una discoteca, me lo pones chungo.
Aún así, cuando iba a la universidad en Vigo, hubo unos años en los que salía bastante.
Y en la zona de fiesta, había una plaza alrededor de la que “convivían” un montón de pubs.
Aquella plaza estaba llena de jovenzuelos intentando persuadirte con un lead-magnet para que fueses a consumir al pub para el que trabajaban.
(Ellos lo llamaban “regalarte un chupito”)
Aquellos chavales no intentaban venderte en la calla ni en casa de Jeff Bezos ni en la de Marc Zuckerberg.
Intentaban captar tu atención para llevarte a su local, en el que te vendían las copas.
Lo repito porque veo dos personas hablando al fondo que quizás no se han enterado:
Primero, captaban tu atención para llevarte a su local.
Allí te ponían musicote para que bailases con chicos y chicas guapas.
Y tu libremente cuando quisieses, consumías en la barra.
Dicho esto:
Avísame cuando tengas lleno el pub y quieras que pinche DJ Gonchi.
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